Al hablar de competencias estamos hablando o haciendo referencia a elementos que son aplicables productivamente en la vida del alumno, y sin duda, la habilidad de comunicación en interacción social es algo fundamentalmente prescindible en la vida de cada uno de ellos.
Pero como profesores ¿Cómo desarrollamos estas competencias? Pretendemos y decimos trabajar en equipo, propiciar el trabajo colaborativo, exigimos la participación y planeamos una serie de actividades que según nosotros generarán interacción entre nuestros alumnos e incluso, algunas veces nos genera molestia que estas no se cumplan al pie de la letra, lo que me trae la interrogante ¿Somos capaces nosotros mismos de trabajar en colectivo? Algunos probablemente sí, otros probablemente no, la gran mayoría. Y es que parte de la filosofía cultural, sin generalizar, es el jugar a ver quién gana, quien es mejor, somos incapaces de compartir que nos funciona, como trabajamos, nuestros resultados reales; en lugar de formar un equipo de trabajo organizado, con alguien al frente, queremos todos ser la cabeza; si no es como nosotros creemos, entonces las cosas están mal, y si es nuestro amigo el que está al frente, defendemos la causa, y muchas veces lo indefendible, pero si no, entonces vamos en contra del sistema. Y si nos juntamos ¿Qué tan productivo es nuestro trabajo? Generalmente cuando obtenemos realmente resultados, al menos poco productivos, por llamarlo así, es cuando esa reunión se propicia por la parte oficial, porque se tiene que hacer, pero si es por gusto, generalmente no participa la mayoría, lo último que se toca en los temas de conversación es lo que ocurre en nuestro salón de clases, y si llegamos a abordar el tema, es para criticar el trabajo, y con más frecuencia, nuestros temas se basan en chismes, pláticas triviales o vida personal, que aclaro, no está mal hablar de esto, pero estoy ubicando esta reflexión dentro del centro de trabajo, y en horarios de trabajo.
Todas estas conductas influyen y repercuten en las conductas de nuestros alumnos, pues de manera indirecta, ellos aprenden de nuestros ejemplos, si reflejamos esto en los alumnos sus habilidades y actitudes para el trabajo colaborativo serán casi nulas u obligadas, mientras que si reflejamos una conducta participativa, de comunicación frecuente, de apoyo y compañerismo, los alumnos imitarán esta conducta de los ejemplos que observan, en sus diferentes contextos. Hay que pensar que actitudes y valores queremos fortalecer, antes de mostrar un comportamiento público que sabemos, queramos o no, influirá en la percepción que tienen las personas de nosotros como profesores, de la escuela, como institución y en el futuro que estamos formando.
Sabemos que existen diferencias entre nosotros, tanto en el pensamiento como en el actuar, en las preferencias, en los estilos de trabajo, en la comprensión y adaptación al sistema, e incluso diferencias políticas y hasta problemas personales, cuestiones individualistas que están fuera del contexto al que llamamos “alumno”, es necesario definir lo que queremos mostrar, lo que queremos que sean las personas del futuro.
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